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¿Abandonar el euro? por Adrián Ravier




La crisis económica europea ha puesto en jaque al euro. Muchos analistas advierten que abandonarlo, implicará perder muchos de los logros alcanzados en las últimas décadas. En este artículo explicamos: 1) que los beneficios de la Unión Europea exceden a la creación del Euro, 2) que Hayek advirtió que la creación del Euro constituía un error hace 35 años y 3) que hoy es necesario aprovechar la oportunidad que se presenta para retroceder hacia la competencia de monedas nacionales. El artículo cierra considerando un riesgo al implementar la propuesta.


1. Los beneficios de formar parte de la Unión Europea

Hasta 1914 los países europeos practicaban políticas consistentes con la disciplina monetaria, fiscal e internacional. La disciplina monetaria estaba presente en el Patrón Oro que impedía a los gobiernos practicar políticas monetarias que permitan devaluar la moneda para ganar una supuesta competitividad. La disciplina fiscal estaba presente en el equilibrio entre ingresos y gastos que acotaba estos últimos al nivel de los impuestos que la gente estaba dispuesta a pagar. La disciplina en el comercio internacional estaba presente en la libertad de entrada y salida de capitales, bienes, servicios y personas. Las dos guerras mundiales y la gran depresión terminaron con ese estado de cosas.

Los países que hoy componen la Unión Europea, y en especial la zona euro, han trabajado durante mucho tiempo para conseguir un sistema que se asemeje a aquel, al menos para los países miembros. El proyecto de una moneda común como el euro permitiría reducir costos de transacción, evitar las devaluaciones competitivas y terminar con la inflación. El Tratado de Maastricht obligaría a los países miembros a acotar sus déficits y limitar su deuda. La apertura económica dentro del bloque permitiría a las personas de los países miembros comerciar libremente, como si todos pertenecieran a un mismo país.

No hubo que esperar mucho tiempo para observar cierta evidencia empírica que confirmaba —una vez más— que es real la tendencia de convergencia o igualación de salarios en países donde se permite la movilidad de factores de producción. Irlanda, por ejemplo, combinando la apertura económica con reducciones impositivas, logró “importar instituciones” del primer mundo, reducir el riesgo país, atraer consecuentemente inversión extranjera directa y emprender un crecimiento económico sostenido que le permitió reducir los niveles de desempleo (del 16 al 4%), multiplicar el PIB per cápita, reducir el nivel de deuda sobre PIB (de un 160 a un 40%) y cambiar la estructura de la economía desde la preponderancia del agro hacia la industria y los servicios (Ravier, 2005). España, por su parte, abandonó la política inflacionaria, deficitaria y proteccionista, lo que le permitió emprender un desarrollo genuino, dando lugar a acelerados niveles de crecimiento de su PIB per cápita. En palabras de Jorge Avila: “Después de cuatro siglos de declinación y con los mismos recursos naturales, en los últimos 25 años España ha dejado de ser una ballena anclada en los Pirineos para convertirse en un polo de atracción de emigrantes y capitales. ¿Qué cosa cambió? Su infraestructura institucional, que importó del mundo avanzado. Entró en la OTAN, entró en la Unión Europea y adoptó el euro en reemplazo de la peseta. En otras palabras, definió su política exterior, instauró el libre comercio con Francia, Alemania, Italia y los otros miembros de la Unión Europea y adoptó una unidad de cuenta estable. Adquirió instituciones irreversibles y su ingreso per cápita se acercó en la década de 2000 a 28.000 dólares por año (Avila, 2010).

Ante la crisis financiera internacional, el abandono del euro se presenta como el fin de todos estos beneficios. Sin embargo los beneficios alcanzados con la apertura económica dentro de la Unión Europea —ligado a los rígidos requisitos fiscales— deben ser separados de los perjuicios provocados por el euro.

Claramente el proceso de globalización y la integración económica se presenta en estos tiempos como la causa fundamental de la reducción de la pobreza y el desarrollo económico de aquellos países que alcanzan tasas de crecimiento de dos dígitos. Como ha mencionado Richard Ebeling “la integración económica y la prosperidad han sido posibles sin el monopolio de la moneda sobre todo el continente” (Ebeling 2010). De hecho, países como Inglaterra o Suiza que integran la Unión Europea, pero se mantuvieron fuera de la zona euro, no han sido ajenos a los beneficios de la globalización y la integración.

2. Hayek contra el euro en 1975

El Euro fue creado como un medio que le permitiera a la elite política europea, en especial, de Francia, competir con el dominio político y financiero de EE.UU. Todas las ventajas que se señalaron en distintos informes, como la reducción de los costos de transacción, son motivos secundarios. El objetivo final de la creación del euro fue crear los Estados Unidos de Europa, regulado y controlado centralizadamente desde Bruselas, con una especial influencia de las políticas de Paris y Berlín (Ebeling 2010).

En tal sentido, la política monetaria gestionada en forma centralizada desde el Banco Central Europeo es un ejemplo de lo que Friedrich A. von Hayek habría denominado la “fatal arrogancia”. Esta institución no tiene conocimiento de cuál ha de ser el nivel del tipo de interés, tampoco de cuánto dinero se necesita emitir, ni cuál sería un adecuado nivel del tipo de cambio.

Hace ya 35 años que Hayek alertó a Europa de los peligros de unificar la moneda europea eliminando la competencia de monedas nacionales que imperaba entonces. Tal competencia sería, en última instancia, el único modo de detener la inflación y la continua devaluación de la moneda local, en la medida que la gente rehusaría demandar una moneda de constante depreciación (Hayek, 1975).

La crisis que hoy enfrenta Europa, y en particular la burbuja inmobiliaria, ha sido el producto de la política monetaria de la Reserva Federal, tal como hemos demostrado ya en otra oportunidad (Ravier, 2010).

La política monetaria laxa que gobernó al euro en los últimos años sólo ha dado lugar a reducciones artificiales de los tipos de interés que han provocado un largo proceso de mala-inversión, representado —por ejemplo— en numerosos edificios que de otro modo no se hubieran construido. En términos técnicos, esta política rompió la identidad entre ahorro e inversión y desencadenó una etapa de auge que necesariamente iba a terminar, en la medida que el Banco Central Europeo hallara dificultades para mantener bajos los niveles de interés. Esto efectivamente ocurrió hacia fines de 2007, cuando el riesgo inflacionario se hizo latente.

3. La oportunidad de abandonar el euro

Toda crisis ofrece una oportunidad. En este caso, los gobernantes de la zona euro tienen la posibilidad de admitir y aceptar que el plan Euro fue una mala idea. Esto les permitirá considerar el mejor modo de retroceder hacia monedas nacionales, algo que desde luego tendrá una dolorosa transición, a la que Ebeling se preocupó por encontrarle antecedentes.

“No es la primera vez que una moneda debe ser disuelta en distintas monedas nacionales. Esto ocurrió en 1919, durante la desintegración del viejo Imperio Austro-Húngaro en Europa Central; o más recientemente en el colapso de la Unión Soviética en quince repúblicas independientes, o incluso en la separación de Checoslovaquia en dos países, o en la quiebra de Yugoslavia.” […]

“Hay lecciones que aprender de estos casos históricos que deberán ser considerados cuidadosamente y aplicados para cerrar el experimento del Euro” (Ebeling, 2010).

El riesgo de la propuesta

Hay un riesgo, sin embargo, que acompaña la implementación de la propuesta. Paul Krugman ha pedido en numerosas ocasiones que Grecia, España o Italia abandonen el Euro para poder utilizar la política monetaria y así devaluar la moneda. En un artículo en el New York Times, decía sobre España: “Si España tuviera su antigua moneda, la peseta, podría remediar el problema rápidamente a través de una devaluación —digamos, reduciendo el valor de la peseta en un 20 por ciento contra las otras monedas europeas” (Krugman, 2010).

Las experiencias históricas europeas van también en este mismo sentido. Basta revisar algún libro de macroeconomía para recordar las experiencias históricas de devaluaciones competitivas entre Francia y Alemania.

¿Quién puede asegurarnos que la política monetaria, una vez recuperada, no será utilizada en el peor sentido? Pregunté esto a Richard Ebeling y me ofreció una respuesta que es útil para complementar su propio artículo.

Todas las formas de planificación central monetaria son indeseables, y tienden a ser abusadas por el control del gobierno. Pero en un mundo en el cual nos sometemos a sistemas de monopolio público de la moneda, y en el cual estos difícilmente sea abolidos en el corto plazo, Ebeling piensa que lo preferible es limitar el monopolio geográficamente a economías locales.

Coincido con Ebeling. Un sistema en el que haya tantos monopolios públicos de la moneda como países haya en Europa parece superior a un solo monopolista con capacidad para manejar una única moneda para toda la Unión Europea. Y más aun cuando los individuos cuentan con libertad de elegir entre todas las monedas europeas, lo cual se constituye en un importante limitante para la política inflacionaria de los bancos centrales.

Esto necesariamente abre un abanico de opciones para los usuarios quienes pueden analizar si la moneda local está siendo más abusada y depreciada en su valor relativo en relación con el grado de depreciación que sufren las monedas de los países vecinos.

Por supuesto, tal solución es una segunda —o tercera— opción en un mundo políticamente imperfecto que difícilmente se abra a políticas liberales clásicas y a una economía pura de mercado.

Bibliografía

Avila, Jorge (2010), Antídotos contra el riesgo-argentino, Cap. 1: Alberdi y el costo del repudio, UCEMA.

Ebeling, Richard (2010), Competitive Currencies Instead of the Euro Monopoly, Northwood University.

Hayek, Friedrich A. von (1975), Choice in currency. A way to stop inflation, Institute of Economic affairs, London.

Krugman, Paul (2010), The making of a Euromess, The New York Times, February 14th, 2010.

Ravier, Adrián (2010), La burbuja inmobiliaria de España, GPS Económico, No. 1, marzo de 2010.

Ravier, Adrián (2005), El caso de Irlanda. El milagro del Tigre Celta, en Políticas Liberales Exitosas, RELIAL, Fundación Atlas 1853 y Fundación Friedrich Naumann, pp. 67-73.

Debate estado de la nación 2010 Zapatero Rajoy



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  • Quien diría 10años atrás que el precio con que te comprabas un Mercedes Benz hoy dia te compras un AVEO.
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  • Si no creemos en la #LibertadDeExpresion para la gente que despreciamos, no creemos en ella para nada.
  • La guerra comunicacional de VTV no es contra la oposición, es contra la realidad...

Inmoralidad en la crisis económica por Alberto Gómez Corona




Decían los obispos, y con razón, que la crisis económica es la consecuencia de una crisis moral. Es inmoral (y un delito) el manipular el precio de las cosas, incluido el precio de los préstamos (como hacen los bancos centrales). Es inmoral (y va contra sus estatutos) mantener la creación de masa monetaria a altas tasas. Es inmoral en sí misma una moneda obligatoria, sometida a los manejos anteriores y otros muchos por parte de los bancos centrales, que no responden ante nadie. Es inmoral engañar a los depositantes pretendiendo asegurar que tienen sus cuentas corrientes totalmente aseguradas en un sistema bancario que reinvierte ese dinero. Es inmoral camuflar hipotecas impagables dentro de paquetes financieros con apariencia de rentabilidad para engañar a los inversiores. Es inmoral que las agencias de rating y el sistema de supervisión estatal no cumplan sus funciones y sólo sirvan para evitar la competencia y mantener el statu quo.


Es inmoral que los Estados gasten por encima de lo que ingresan, sacrificando el bienestar del mañana, pidiendo prestado a cuenta de una riqueza futura inexistente, en una suerte de gigantesco cuento de la lechera repetido una y mil veces a nivel estatal, autonómico, municipal y, si se quiere, familiar. Un tipo de lecheras que a la hora de rompérseles el cántaro ya tenían el dinero de las ventas futuras metido en negocios inmobiliarios y gastos faraónicos. Al autor del cuento no se le hubiera ocurrido esta vuelta de tuerca moderna desde la imaginación a la praxis. En definitiva, es inmoral el robar a las futuras generaciones.

Es inmoral que el Estado utilice el dinero de todos y se los entregue a las cajas de ahorro que han prestado sin cabeza para tapar el agujero de quienes se han lanzado a hipotecarse sin cabeza. Es inmoral que el Banco Central Europeo fabrique dinero y se lo preste al Estado, porque ese dinero es inflación que diluye el valor del dinero que está en nuestros bolsillos. De esa manera, las lecheras manirrotas malversan el poco dinero que queda recibiéndolo de la central y de los impuestos; es decir, dinero que sale de nuestros bolsillos.

Es también inmoral una ley del suelo, como la española, que mantiene el metro cuadrado de desierto más caro del mundo, gracias a que concede a los ayuntamientos poderes casi soviéticos de planificación sobre propiedades y precios. Con ello se mantiene la peor de las plagas inmorales del país: un cacicazgo de politicuchos, chorizos conseguidores, concejales de urbanismo, jueces y periodistas corruptos y demás amiguetes. Es inmoral que un pueblo, el español, esté de acuerdo en mantener esa ley por razones tan obtusas como: "Es que mi casa se ha revalorizao una barbaridad".

Gran parte de lo anterior es consecuencia de la pereza intelectual que lleva a una forma de egoísmo cegato y cómodo que consiste en sólo querer darse cuenta de lo que uno ve y le interesa en cada momento y no en lo que interesa a uno mismo y a todos a largo plazo. Eso es inmoral. Es pereza de ese tipo, y es inmoral, el buscar lo más barato como comprador y poco después, como trabajador, creer que uno tiene derecho a aumentos de sueldo automáticos, independientemente de cómo vaya la empresa. Por lo mismo es inmoral no querer tener hijos y al mismo tiempo creer que uno tiene derecho a jubilación pagada por las futuras generaciones.

La crisis económica es un efecto de la pereza, la comodidad y el engaño, del egoísmo, la vanidad y la avaricia cortas de vista. Contra eso no existen leyes ni controles posibles. Porque la moralidad es anterior a las leyes. Añadir más controles sobre lo corrupto e inmoral sólo añade más asideros para que aniden más corrupción y más inmoralidad. Es la valentía y el coraje moral para denunciar, dejar de tolerar y dejar de practicar esos vicios la que puede cambiar esas mismas leyes y esas prácticas inmorales. Decía Ayn Rand que la renta per capita mide la moralidad de un país... y decía bien.

El comentario de Dieter

Felicitaciones España!!!

¿Qué dice el Objetivismo respecto de los derechos de los animales?



Los animales no poseen derechos solo los humanos. Derecho a la vida de un animal es eliminar el derecho a alimentarnos de carne. Es ilógico promulgar derechos a la vida de un delfín pero no a la vida de una vaca. De la misma forma que un águila puede matar a una liebre para poder sobrevivir, nosotros también podemos hacerlo. Tenemos el derecho de matar animales con el fin de sobrevivir, y al decir sobrevivir digo tomando en cuenta tanto la parte alimenticia, la protección de cultivos, hasta la médica (pruebas de fármacos en animales). Ahora es un error legislar la moralidad. Todos sabemos que mentir es inmoral pero eso no significa que se tenga que promulgar una ley en contra de la mentira. De la misma forma sabemos que el trato cruel a los animales es inmoral. ¿Qué hacer? Condenarlos moralmente, informar a la población sobre la persona o empresa que realiza maltrato animal, intentar un boicot comercial, mostrar fotos del maltrato, generar publicidad negativa.

Pregunta recibida a través de: contacto@objetivismo.org

¿Cuál es la posición del objetivismo frente a la solidaridad y la cooperación tomando en cuenta su antagonismo con el altruismo?


Aunque vale acotar que no la vemos como una virtud primaria, los objetivistas aceptamos la solidaridad siempre que sea una decisión racional y libre. La solidaridad se debe basar en las virtudes, el esfuerzo y la racionalidad de la persona que recibe ese sentimiento, es decir se debe basar en "valores". Estos valores son el pago por tu solidaridad. En otras palabras ayudas a quien merece ser ayudado.

También aceptamos la cooperación como forma indispensable para desarrollar una sociedad. La cooperación significa intercambiar valor por valor (ganar-ganar). Toda persona tiene el derecho de cooperar o no con otros, de unirse o trazar su propio camino. La cooperación solo se puede lograr mediante el uso de la razón y su materialización es la persuasión, nunca mediante el uso de la fuerza, esto no seria cooperación si no compulsión.

El altruismo es inmoral puesto que significa sacrificar o abandonar un valor superior por uno menor. Significa ceder aquello que valoras más en beneficio de algo que valoras menos. Por ejemplo: Dar tu vida por tu hijo, no es sacrificio; hacerlo por la vida de un completo extraño, si lo es. Prestar dinero a un amigo que lo merece no es sacrificio; pero si ese préstamo te genera problemas económicos a ti, si lo es. Graduarte de una carrera que te gusta y quieres, no es sacrificio; graduarte de una carrera que no te gusta, solo porque tus padres te obligaron a ello, si lo es. Casarte con la persona que amas, no es un sacrificio; casarte con una persona obligado por la sociedad, si lo es.

Preguntas recibidas a través de: contacto@objetivismo.org

La mejor publicidad del Mundial Sudafrica 2010 (Venezuela) Malta Regional



Humor, en serio...

¿Menos gasto gubernamental implica menos problemas económicos?


Por: Robert Higgs


A pesar de que nuestros actuales problemas económicos son complejos, muchos economistas convencionales han respaldado la simplista teoría keynesiana de que un masivo gasto gubernamental generará empleos y prosperidad.

De ese pensamiento keynesiano han fluido las medidas de “estímulos” y rescates financieros que han incrementado el tamaño y poder del gobierno, y añadido billones de dólares a la deuda pública. El déficit federal ha pasado de alrededor del 3% del producto bruto interno (PIB) en el año fiscal 2008, a alrededor del 10% del PIB en el año fiscal 2009 y 2010. El gobierno prevé ahora déficits en el vecindario de US$1 billón por año, durante la próxima década.


Los políticos, que siempre están en busca de justificaciones plausibles para su insaciable gasto, endeudamiento, y acaparamiento de poder, nunca habían abandonado el keynesianismo, de modo tal que se han vuelto eufóricos al descubrir que nuevamente los “expertos” económicos confirman sus egoístas inclinaciones. De hecho, varios destacados economistas, como el columnista del New York Times Paul Krugman, están instando a Washington para que gaste cada vez más, no sea cosa que se desacelere la economía.

Pero, ¿qué enseña la historia?

La historia enseña que incrementos temporales en el gasto gubernamental otorgan a la gente dinero que, en su mayor parte, ahorra o emplea para reducir su deuda, en vez de destinarlo para la puesta en marcha de una espiral ascendente de ingresos, gastos, producción real y empleo, según lo previsto por John Maynard Keynes, el economista británico cuya teoría estimuló masivas intervenciones del gobierno en la economía desde la década de 1930 en adelante.

La historia también enseña que el gasto gubernamental de “emergencia” tiende a engordar las arcas de los políticamente conectados. Por lo tanto, gran parte del supuesto gasto de estímulo ha servido solamente para aumentar el salario y las prestaciones de los empleados públicos, transfiriendo ingresos desde el sector privado al sector público, y para recompensar a grupos, como el Sindicato Unido de Trabajadores de la Industria Automotriz y compradores de hogares de bajos ingresos, por su apoyo a la administración Obama.

Un aspecto de la actual crisis, que ha surgido como algo más que una sorpresa para los estudiantes de historia, es que los políticos (en palabras del jefe de gabinete del presidente Obama, Rahm Emanuel) no han permitido que esta crisis “se desperdicie”. Los últimos dos años han sido testigos de un asimiento de poder o toma de control institucional tras otra, incluyendo a AIG, Fannie Mae, Freddie Mac, General Motors y Chrysler.

En el marco del Programa de Alivio para Activos en Problemas (TARP es su sigla en inglés), el Tesoro ha tomado posiciones de propiedad en cientos de grandes bancos mediante la adquisición de acciones preferentes y “warrants”. En la actualidad, prácticamente todos los préstamos hipotecarios residenciales emanan en última instancia del mercado secundario y las garantías provistas por Fannie, Freddie, Ginnie Mae, la Administración Federal de la Vivienda y el Departamento de Asuntos de los Veteranos.

Este aspecto del asimiento de poder por parte del gobierno ha sido especialmente importante, ya que al continuar con el bombeo de fondos en hipotecas dudosas, el gobierno está impidiendo la necesaria reestructuración de la industria de la construcción de viviendas y el sector del crédito hipotecario, al apuntalar a tomadores de préstamos no calificados y a prestamistas mal administrados e incluso insolventes. Estas acciones miopes generan un gran potencial para una segunda ronda de la crisis de la vivienda.

Desde principios del siglo 20, los períodos de emergencia nacional -reales e imaginarios- han provocado fuertes aumentos en el poder, alcance y costo del gobierno.

Los primeros cinco episodios fueron la Primera Guerra Mundial, la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial, los trastornos asociados con la revolución de los derechos civiles y la Guerra de Vietnam, y los eventos posteriores al 11 de septiembre de 2001, asociados con la guerra contra el terror y los compromisos de los EE.UU. en Afganistán e Irak.

Actualmente nos encontramos en otro de dichos períodos críticos, que surge de la explosión de la burbuja inmobiliaria, la debacle financiera y la recesión.

Al abrazar el keynesianismo, muchos economistas han concluido que a pesar de que la mezcolanza de políticas del New Deal nunca produjo una plena recuperación, la II Guerra Mundial lo hizo, a medida que la economía se expandió para producir municiones y ampliar las fuerzas armadas. El enorme gasto gubernamental financiado a través del déficit, sostienen, finalmente acabó con el persistente desempleo masivo.

La verdad, sin embargo, es realmente muy sencilla. En 1940, tras ocho años de la bomba de cebado del New Deal, la tasa de desempleo se mantuvo en alrededor del 10%, incluso si, a diferencia de la Oficina de Estadísticas Laborales, contamos a las personas inscritas en los programas federales de asistencia de emergencia laboral como empleados.

La acumulación gigantesca de las fuerzas armadas, principalmente mediante el reclutamiento, luego llevó el equivalente al 22% de la fuerza de trabajo antes de la guerra al ejército. Voilà, el desempleo desapareció, tal como estaba destinado a hacerlo independientemente de cualquier política fiscal keynesiana de tiempos de guerra.

Observar al modelo de la Segunda Guerra Mundial para ver cómo lidiar con la crisis económica actual, es una tontería. Lo que sea que la guerra pueda haber logrado, no produjo las condiciones que podríamos describir adecuadamente como de genuina prosperidad.

El gasto gubernamental -ya sea en nuestras fuerzas armadas actuales y sus más de 800 bases en el exterior o en energía “verde” y otros proyectos favorecidos por el gobierno- no produce prosperidad. Sólo desvía recursos, como siempre lo ha hecho en el pasado, desde una economía privada genuinamente productiva hacia el engorde de un gobierno ya hinchado.