Eres el mejor padre –desde el primer momento supe que así lo serias-, puedes estar feliz, porque nuestros hijos están plenamente conscientes del excelente padre –y amigo- que tienen. Siempre dulce, todo el tiempo enseñándoles una lección de vida, incentivándolos a la lectura, marcándolos con alguna idea, algún pensamiento. Eres un gran esposo sabes?. Me dejaste llevar las riendas de la casa desde el principio, no dudaste a la hora de delegarme la tutela de la decoración de nuestro hogar –tengo un excelente gusto para la decoración, no lo puedes negar-. Me encanta cuando sacas en mí una sonrisa en esos momentos donde mi humor esta de perros, nunca te lo he dicho, pero me encanta tu sentido del humor. Todas esas bromas tontas que haces al bañarnos, tu forma horrible de cantar, tus imitaciones, llenan de color nuestras vidas.
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Me da pena decirte esto, pena de mi misma. Siempre tuve un rencor dentro que nunca te llegue a decir, fue mi culpa lo se, pero nunca me dejo tranquila. Siempre reproche –a tus espaldas- que nunca me declaraste tu amor… nunca te arrodillaste a pedirme matrimonio, todo fue tan mecánico, nunca me regalaste un anillo de compromiso, nunca me declaraste tu amor como dios manda...

Pero, ¿Quién lo diría? Hoy me encuentro aquí, en esta sala llena de flores y eco, frente a ti. Yo con mis lágrimas y mi corazón roto. Tu acostado allí, como si solo estuvieses tomando una de las tantas siestas, esas que siempre me quejaba. Lloro, lloro profundamente, porque en este momento me doy cuenta que todo este rencor que te tuve por años fue algo insignificante y estúpido. Te amo como nadie…, fuiste el mejor esposo que pude tener, me aconsejaste, me apoyaste en todo mi camino. Hoy con mis lagrimas de testigo te quiero decir: Gracias amor…, gracias por haberme hecho vivir tantas cosas bellas, tantos momentos, risas, suspiros interminables. Eres y serás todo para mí, mi vida, mi gran regalo. Te amo tanto…

Adiós…