Estaciono mi carro frente a la casa. Es una quinta de portones blancos ubicada en la zona norte de la ciudad. Al observar el parabrisas del vehículo noto como pequeñas gotas caen en él, le comento a mi amigo que apresure a su novia, que se avecina un chaparrón y puede echarnos a perder el disfrute del friday night. Al asomar mi rosto por la ventana veo venir a dos chicas, una la novia de mi amigo, pero su acompañante primera vez que la veía, era su mejor amiga... La novia de mi amigo se sienta detrás y su amiga se acerca, abre la puerta del copiloto y se sienta. Me mira a los ojos con una sonrisa que se me impregno en la mente. Nos miramos por unos segundos que para mi resultaron suspendidos en el tiempo, ella extiende su mano firmemente frente a mi y con una sonrisa dice: “Hola, un placer”.

Mientras corre la noche, analizo y detallo cada gesto, cada verbo, cada risa. Es bella, con su piel del color del pan, ojos de miel, y con un extenso cabello lizo y negro, posee esas hermosas hendiduras en las mejillas que se producen al sonreír, como me enamoran esos "huequitos". Vestida con gusto sutil: extensa chaqueta azul, estraple blanco, un jean y sandalias altas de color negro. “Esta mujer es hermosa”, pensé mientras me hablaba.

Siempre he pensado que no hay nada más hermoso en la naturaleza que una hermosa mujer. Siete años después de aquel día, estoy aquí, en mi cama, escribiendo en la laptop estas palabras, son las dos menos cinco de la madrugada. Me fue imposible escapar ese día y de aquella criatura de fabula, aquella hermosa mujer, que ahora, en este momento, duerme a mi lado…